Ya era adulto cuando comencé a escalar seriamente la montaña sagrada de Dios, pues sin mala fe ya estaba cansado de escalar montañas diabólicas, de medias verdades, de la mentira, máxime si no es saludable, además no iba con mi personalidad. Por distintos caminos llegue a este lugar, un sitio apropiado para alcanzar la virtud, formado por rocas eternas, por mandamientos ad aeternum; conforme iba escalando para llegar a la cumbre, el espíritu del mal trataba a toda costa de torcer mi camino, solo quería ver el rostro de Dios, internalizar a Dios, llegar a la cumbre de su santa montaña y ver el Reino de Dios, el paraíso. En tu nombre quiero refugiarme mi Dios, pues yo amo y le canto a la vida, pues yo te amo mi Dios.
Ojalá que a Dios le agrade estas líneas.
“Señor, ¿quién estará bajo tu tienda y habitará en tu montaña santa?
“¿Quién subirá a la montaña del Señor? ¿Quién estará de pie en su santo recinto?
El de manos limpias y de puro corazón, el que no pone su alma en cosas vanas ni jura con engaño”
Salmos 15(14), 1 y 24(23), 3